domingo, 21 de mayo de 2017

Ah, Valladolid

De  Miguel Paz Cabanas (publicado en Diario de León el 17.05.2017, http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/ah-valladolid_1161070.html)

Tengo un amigo que se toma a chota una de las principales obsesiones del pueblo leonés. Cuando alguien, en medio de una reunión, expresa su enojo o malestar por cualquier motivo (un hijo que no da un palo al agua o una suegra insoportable, por ejemplo), mi amigo carraspea levemente y, con voz profunda, casi cavernosa, sentencia: «La culpa siempre la tiene Valladolid».

El humor de mi amigo no siempre es correspondido, pero a mí esa frase me hace mucha gracia. A lo mejor, pensará más de uno, es porque yo he nacido en Bilbao, pero teniendo raíces babianas creo que no tiene mucho que ver. Aunque lo cierto es que ya va para treinta años que me largué de allí (qué escalofríos suscita el paso del tiempo) y que fue precisamente la atmósfera irrespirable y rancia del nacionalismo lo que me impulsó a irme del País Vasco. Sin contar que fui testigo accidental de los años de plomo, mientras una sarta de hipócritas o trastornados convertían esa hermosa tierra en un batzoki enorme y siniestro. En fin, pásemos página... sin dejar llevarnos por el olvido.

No negaré, sin embargo, que con el paso de los lustros también yo he acabado por advertir en más de un conflicto de intereses la larga sombra de Pucela. Para quien trabaja en la administración pública, ese es el pan nuestro de cada día: ¿Hace falta llevar a cabo más gestiones? Llamad primero a Valladolid. ¿No nos ingresan la subvención? Mira a ver si te dicen algo en Valladolid. ¿Podemos dar por cerrado el expediente? Espera a que lo confirmen en Valladolid. Valladolid acaba transformándose en una sede poderosa y lejana, un poco a la manera de los torreones en los desiertos de Buzzati, bajo cuyo yugo se dirimen los asuntos más banales que se puedan concebir. Hasta el punto de que uno acaba imaginándose a sus funcionarios como seres incorpóreos, criaturas replegadas y filosas que supervisan y regulan las miserias que limitan a los demás hombres, especialmente si estos viven en León.

A estas alturas, quien tenga suficiente edad para recordar cómo eran León y Valladolid (una región próspera frente a un cascajal de adobe) antes de la puesta en marcha de las comunidades autónomas (majadería suprema que enfangó este país durante décadas), llegará a la conclusión de que a los leoneses les han tomado miserablemente el pelo. Dicho esto, no seré yo quien dé pábulo a quienes, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid (nunca mejor dicho), manipulen ventajosamente las emociones de la gente, que luego pasa lo que pasa y nos salen salvapatrias por doquier. Pero, para que no se me acuse de tibieza, puestos a elegir entre tanto buitre calvo y retórico, mejor inclinarse por una animal rugiente y melenudo: león solo, bien se lame.

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